miércoles, 7 de noviembre de 2007

Sobre las Películas

Sobre la película CRÓNICA DE UNA FUGA

Durante el horror de la última dictadura militar en Argentina, entre todas las personas que fueron secuestradas, encarceladas y torturadas por las Fuerzas Armadas hubo quienes lograron sobrevivir. Crónica de una fuga narra la historia de cuatro de esas personas: Guillermo Fernández, Carlos García, Daniel Russomano y Claudio Tamburrini. Este último, por entonces arquero de Almagro y más tarde filósofo radicado en Suecia, escribió “Pase libre”, una novela que relata sus 120 días de prisión en la Mansión Seré, también conocida como Atila, por entonces uno de los centros de detención de la Fuerza Aérea.

Adrián Caetano dirige una película que es, ante todo, un clásico producto de suspenso. El director de Bolivia y Un oso rojo conserva la exactitud para los diálogos y la habilidad para hacer presente la violencia con sólo mostrarnos su inminencia; los momentos más crudos –narrados desde el fuera de campo, con un cuidadoso trabajo de sonido– logran el impacto buscado.

La utilización de la cámara, colocada la mayor parte del tiempo casi a ras del suelo –como los cautivos, que permanecían agachados, o acostados en camastros– provoca que el espectador comparta el punto de vista y logre la empatía necesaria como para acompañarlos en esta fuga que –lo sabemos de antemano– se producirá más temprano que tarde.

Crónica de una fuga no carece de valor testimonial, y esto a pesar de que algunos detalles fueron expresamente modificados para el traspaso al cine: al concentrar el conflicto en una sola habitación, la mirada sobre el tema se vuelve general y la película logra captar el pulso de aquello que sucedía en ese momento a nivel cotidiano.

Caetano muestra: cómo era vivir con el infierno en la puerta de al lado, qué mecanismo fue puesto en marcha a nivel social como para que cuatro tipos desnudos, esposados en el medio de la calle, fuesen saludados casi con naturalidad por otro tipo de barba y sobretodo que estacionaba su auto.


Sobre la película LA LEY DE HERODES

Vargas es un tipo modesto que conforme va conociendo el pueblo y el modo de vivir de sus habitantes, también se da cuenta de que el negocio y la única manera para “ser alguien” y para “sobrevivir” es dedicarse a la corrupción. Así lo hicieron sus antecesores, y así habrá de irse convirtiendo en parte del sistema, representado estupendamente por Pedro Armendáriz en el papel del Lic. López y cuya filosofía (y la de su partido) se puede resumir en dos frases: “El que no transa no avanza” y la mismísima Ley de Herodes: “o te chingas, o te jodes”. Con estos elementos, la trama nos va mostrando la degradación moral que va adquiriendo Vargas, ayudado por dos de las personas más importantes del pueblucho: el descarado y ambicioso cura (interpretado por Guillermo Gil) y la regenta del prostíbulo, Doña Lupe (Isela Vega en una actuación de antología). Luis Estrada, Jaime Sanpietro, Fernando León y Vicente Leñero desarrollan un guión que a pesar de ubicar la acción 50 años atrás, es tan actual que el espectador no tardará en reconocer dentro de la misma a personajes y hechos de la vida política nacional. Todo el equipo está bien apoyado por una buena fotografía de Norman Christianson y por la música de Santiago Ojeda, que le confiere ese aire provinciano que es también parte del mérito de la cinta.

La Ley de Herodes es una magnífica película que, como mencioné líneas arriba, ofrece poco y mucho a la vez: poco porque el tema de la corrupción en este país es tan sabido por todos los que lo habitamos que ya se ha vuelto parte de la idiosincrasia nacional, particularmente en los militantes de prácticamente todos los partidos políticos. Y mucho porque es la primera película que llama al pan, pan y al vino, vino. Aquí se nombra al presidente Alemán, al PRI, al PAN, etc. Aunque no es algo del otro mundo, no deja de asombrar que en una época de elecciones se exhiba en las principales cadenas de cines una cinta que deja muy mal parado al gobierno priísta.

Con una actuación y un reparto formidables, y con el valor de Estrada para presentar en forma de farsa la gran realidad nacional, La Ley de Herodes es una película que seguramente hará ganar varios premios a quienes participaron en ella y que quizá haga un poco de conciencia en la gente cuyas fuentes de información se remiten exclusivamente a Televisa y TV Azteca. En otras palabras, es una obra que nadie debe dejar de ver.

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